Cada octubre, diversas celebraciones a nivel mundial y nacional invitan a reflexionar sobre la arquitectura, la ciudad y la forma en que se habita el entorno construido. Octubre Urbano, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), reúne eventos como el Día Mundial del Hábitat (primer lunes de octubre), el Día Nacional del Arquitecto en México (1 de octubre) y el Día Mundial de las Ciudades (31 de octubre), con el objetivo de promover ciudades sostenibles y habitables. Las ciudades latinoamericanas del siglo XXI experimentan transformaciones estructurales impulsadas por la globalización, mientras que al mismo tiempo se han intensificado los desafíos ambientales, sociales y económicos. En la actualidad, el crecimiento demográfico y la urbanización avanzan a un ritmo acelerado. De acuerdo con ONU Habitat, el 55% de la población mundial vive en ciudades y se prevé que, para 2050, más del 70% de las personas habitarán en entornos urbanos. Asimismo, según datos de la CEPAL (2023), más del 80% de la población de América Latina reside en áreas urbanas, superando el promedio global de urbanización. En el caso de Torreón, con datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, el 97.2% de su población vive en zona urbana. Este contexto, junto con las iniciativas impulsadas por la ONU, representa una oportunidad para cuestionar y replantear nuestra relación con el espacio habitado. La arquitectura, interpretada como el diseño y construcción de edificaciones, busca responder tanto a las necesidades individuales como a las demandas colectivas de la sociedad. El urbanismo, por su parte, se centra en la planeación de la ciudad con el propósito de garantizar la calidad de vida, la sostenibilidad y la equidad en los espacios urbanos. Ambas disciplinas se entrelazan para configurar entornos más habitables. Cada práctica arquitectónica impacta en la práctica urbana. Cada edificio modifica flujos, transforma dinámicas, incide en el paisaje y redefine las formas de encuentro humano. Por ello, la arquitectura no puede separarse de la planeación urbana, la gestión del territorio, ni de las políticas públicas que buscan movilidad adecuada, acceso a servicios y calidad en los espacios públicos. En este marco, el IMPLAN Torreón desarrolla instrumentos estratégicos alineados con estas líneas de acción, impulsando un modelo de ciudad sostenible y equitativo con los principios de planeación urbana. En América Latina, el crecimiento demográfico acelerado ha evidenciado brechas sociales. La concentración de capital y oportunidades en determinados territorios ha generado una urbanización desigual, fragmentando el espacio y debilitando la cohesión social. Ante este escenario, la arquitectura y el urbanismo con enfoque social deben actuar a diferentes escalas para fortalecer el tejido comunitario, identidad y sentido de pertenencia. Garantizar la conectividad, la adecuada ubicación y la seguridad resulta clave para construir ciudades habitables y equitativas. Según el Banco Mundial, las ciudades de América Latina generan aproximadamente el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la región, colocándolas en el centro de la crisis climática global. En Torreón, de acuerdo con el Inventario Municipal de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero, el 94.1% de estas emisiones podrían estar relacionadas con actividades urbanas. Sin embargo, bajo un contexto de globalización, los patrones de consumo, producción y movilidad se intensifican, aumentando también la huella ecológica. Frente a este desafío, la arquitectura y el urbanismo actúan como mediadores entre las necesidades humanas y los límites planetarios. La responsabilidad está en promover proyectos sustentables y resilientes, que desde el diseño integren principios de metabolismo urbano, es decir, un uso eficiente y circular de los recursos como la energía, el agua y los materiales. Se trata de impulsar una arquitectura comprometida con la lucha contra el cambio climático, que considere tanto los elementos constructivos como su relación con el entorno. En muchas ciudades de América Latina, diversas zonas urbanas han experimentado un deterioro, marcado por la pérdida de actividad económica, desplazamiento de la población y la degradación de edificaciones. Desde la arquitectura y el urbanismo, la regeneración de estos espacios puede lograrse mediante estrategias de rehabilitación de edificios existentes, la reutilización adaptativa y la integración de servicios urbanos que fomenten la actividad del barrio. Frente a los retos del siglo XXI, las ciudades latinoamericanas requieren una visión integral que vincule arquitectura y urbanismo para responder a los desafíos sociales, ambientales y económicos. La rápida urbanización, la desigualdad y la crisis climática demandan estrategias que fortalezcan la cohesión social, promuevan la regeneración urbana y reduzcan la huella ecológica. Solo mediante una arquitectura consciente y un urbanismo inclusivo será posible construir ciudades más equitativas, resilientes y humanas.
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